Hoy traemos a las páginas de nuestro blog otro título que consideramos modelo de ejemplaridad editorial, y del que nosotros, Atticus ediciones, tenemos el privilegio de formar parte en su montaje, maquetación y diseño. Título que decíamos, nos honra especialmente participar en su publicación ya que se trata nada menos que de la poeta granadina Elena Martín Vivaldi, y que bajo título, En el corazón de la noche, vería la luz hace ahora dos años.
Es una antología temática dedicada a la noche que, con motivo de la primera edición de La noche en blanco de Granada, en el año 2013, vio la luz en la editorial Entorno Gráfico Ediciones, con una preciosa portada de Mª Teresa Martín Vivaldi, y con un prólogo introductorio del antólogo de los poemas, el poeta Francisco Acuyo.
Reproducimos aquí portada, un fragmento de la introducción y algunos de los magníficos poemas que conforman esta espléndida antología poética.
EN EL CORAZÓN DE LA NOCHE,
DE ELENA MARTÍN VIVALDI
ELENA MARTÍN VIVALDI:
EN EL CORAZÓN DE LA NOCHE,
ITINERARIO POR LA NOCHE
MARTINVIVALDIANA
Fragmento de la introducción
[…] Si a la noche pudiésemos darle alguna
forma, disposición, figura con la que adecuar (para algunos) el lugar de sus semejanzas,
y aun siendo todavía en su relación imaginada objeto muy abstracto, aparecería
casi siempre como aquel insólito reducto del alma, gentil albergue que al
espíritu acoge incierto y a la vez bizarro y, más aún, si lo miramos bien
proporcionado a la luz objetiva de los múltiples y raros y muy diversos
asterismos. O, si acaso quisiésemos cotejarla desde lo más acendrado de nuestra
tradición literaria y poética con el fin de encontrar hallazgos de
significación comunes (pensemos, según el caso, en las Noches lúgubres, del
gran Cadalso, o en vena bien distinta, la sublime Noche oscura de San Juan de
la Cruz), es muy posible aun de consuno localizar elementos usuales, de
frecuente recurrencia o de ordinario recibo en su dedicación, uso y usufructo,
así como en su sentido, valor y significado. No
obstante, serán también muy numerosos los
componentes, fundamentos y principios que los distinguirían con evidencia indiscutible.
Es el caso, también contradictorio, de este breve y muy decantado prolegómeno y
estudio en relación a todos y cada uno de los elementos que pudieran poblarla
poesía nocturna de nuestra entrañable y muy añorada poeta Elena Martín Vivaldi.[…]
Francisco Acuyo
SOLEDAD VENCIDA
Y
está la noche ahí, variando fuera.
J. Guillén
Y está la noche
ahí. Alta la siento.
Escucho su armonía,
mientras nombra
mi voz a las
estrellas. Ni me asombra:
si fue casi un
suspiro, yo lo invento.
Desde esta
soledad marchar presiento
la luna
desvelada, por su alfombra
de nubes va
serena. Luz en sombra,
penumbras
descorridas por el viento.
Olvidada de amor
se me figura
que luna, noche,
nubes, sombra, coro
de fervientes
estrellas a mí ascienden.
Plegarias de sus
voces, a la altura
de mi honda
oscuridad dan su tesoro,
y de mis
soledades me defienden.
CON MI DOLOR A SOLAS
No es el amor quien muere
Somos nosotros mismos...
L.
Cernuda
Porque no puedo
decir nada.
Porque hace
tiempo que acabó la hora
aquella, donde
la luna fue el espejo,
aquella la
manera de mi vida,
aquellas las
preguntas de mi noche,
aquellos los
caminos del ensueño,
—sombras de realidades,
largo eclipse—
aquellos los
deseos de mi sangre.
Porque nada es
verdad
—siendo tan
cierto—
sino ese tiempo
desbocado, acérrimo
enemigo.
Implacable. Acechando.
Robador de
minutos,
abriendo y, ay,
cerrando, cuantas puertas
llevaban a lo
oscuro,
cuantas puertas
daban al viento,
al aire que traía
semillas de
esperanza, largamente esparcidas,
sin que la mano,
inútil, lograra rescatarlas.
Ese tiempo que,
estando, mueve y barre, dispersa
hojas desnudas,
sangre del otoño.
Tiempo que,
espada, deja larga herida
sobre lunas y
nubes, que otro día, sí, existieran.
Porque no puedo
decir nada.
Digo esta noche
mi dolor a
solas.
DESENGAÑOS DE AMOR FINGIDO
(1984)
A Antonio Gallego Morell
V
A Emilio de Santiago
...teme,
vuelve a la tierra que es tu asiento.
P. Soto de Rojas
Soñé que era
verdad lo que, mentira,
un espejismo me mostraba,
incierto.
Soñé de aquel
jardín, gris muro abierto,
entrada al
paraíso. No delira
la mente al
recordar, porque respira
dentro de un
sueño. Luz, que no desierto,
iluminando el
cielo. En su concierto
un mundo de
ilusión renace y gira.
Entre la vaguedad
de lo soñado
imaginaba ya de
amor ventura,
goce imposible,
al despertar negado.
Pero el sueño
tornaba su desvío,
lo que por
siempre fuera noche oscura,
en alba
florecida de rocío.
LA LUNA CONFIADA
Y la luna me
mira.
Y mira,
qué sonriente,
ella, está,
la luna, sí,
esta noche.
Algo alegre le
corre por su sangre,
desangrada de
amor,
blanca,
le corre una
ilusión. No sé.
Su luz es risa,
la sonrisa, y
lenta
va cruzando,
rebasa ya el tejado,
va a otro cielo.
Y mira
desenvuelta, alegre, irónica,
humorista la
luna, sí, esta noche.
Mejor es no
decirle la verdad.
Dejar que no
adivine
lo falso de ella
misma en mi reflejo.
DISTINTA NOCHE
A
Carlos Villarreal en el recuerdo.
Después de tanto
tiempo,
he llorado esta
noche.
Como eriales,
mis ojos desdecían la vida,
desterrados del
goce,
resecos de la
pena y del dolor:
sin alma.
Y hoy,
renacidos, húmedos,
fueron lluvia a
la sed ávida de mi verso,
su aridez
aliviando, en su aliento crecidos.
No imagino el
motivo, la causa de este único
dolorido sentir,
de este llorar
sin lagrimas,
de esta tristeza
íntima
—amarga su raíz—
que se enreda en
mis sienes,
ni el por qué
escucho, nuevo,
un florecer del
vivido sentido de mi angustia.
Acaso, fue el
sonido lejano de aquel verso
adentrando en la
noche su claridad de asombro,
o la fría
indiferencia, materia del olvido,
de lo que fuera
un día principio de mis sueños.
Envuelta en mi
dolor estaba tu partida,
la irrazonable
marcha
súbita del
amigo.
Y unido a este
desgarro —la herida inexplicable—,
van otras voces,
ecos, antiguos gestos, nombres:
huecos en el
silencio de los mundos astrales.
Después de tanto
tiempo,
he llorado esta
noche.
La garganta
enmudece, negándose al gemido,
y de toda la
tierra asciende la pregunta
de un imposible
acento
que desvele la
noche.
LUNA LLENA
A Antonio Muñoz Molina
¡Oh
más dura que el mármol a mis quejas...
G. de la Vega
Cómo marchas,
tú, reina, indiferente,
sin atender ni
oírme en mi desvelo.
Para ti sola
quieres todo el cielo,
ignorando mi
angustia. De tu oriente
llegas hasta mi
ocaso. Inútilmente
mi corazón a ti
tiende su vuelo
para alcanzar tu
llama, ardiente hielo,
flecha para lo
opaco de mi frente.
Ay, luna, que no
sientes la mirada,
desde mi
soledad, sobre tu espejo,
ni vibra ya en
tu carne la llamada
dudosa de mi
voz, tan cierta un día.
¿No hay de mi
desaliento algún reflejo
que estremezca,
impasible, tu luz fría?
Elena Martín Vivaldi, de, En el corazón de la noche, 2013
Separador diseñado para la ocasión |
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